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domingo, abril 08, 2007

LA BORRACHERA DE LA ESCUELA

LA ESCUELA BORRACHA:
UN PELIGRO PARA LA HUMANIDAD.
**César Julio Mendoza Martínez.
Al aparecer la especie humana sobre el planeta, empieza paralelamente un proceso de asimilación que lleva a los individuos a comprender todo aquello que está presente en el contexto en el cual interactúan, generándose de esta manera, lo que muchos antropólogos y científicos de la pedagogía llaman la educación inicial o primaria considerada como el cuestionamiento que el hombre hace de todos los fenómenos que observa a su alrededor y que en cierta medida, guardan una estrecha relación con su sentir, con su percepción del mundo y con las necesidades de su espíritu. Empieza así el mayor esfuerzo cognitivo del hombre por descifrar los enigmas de la naturaleza. A sus ojos se abre el gran universo, un espectro de formas, sonidos, símbolos, sensaciones, imágenes, colores, movimientos y energías que entretejidos configuran el mundo exterior que no es distinto al cosmos interior que lo habita, que lo posee y lo hace punto de convergencia entre lo sensorial y lo material. De esta manera, la historia de la educación es la misma historia del hombre sólo que en sus inicios, esta dinámica estuvo alimentada por la libertad, condición requerida para que floreciera la imaginación y se encontraran los puntos de conexión con otras dimensiones de la vida que, el ser humano desde su intelecto incipiente, era imposible conceptualizar.

Lentamente, en ese conocer resultante de su experiencia y de su madurez cerebral, producto de su relación biunívoca, el hombre fue alcanzando un conocimiento pleno de su realidad y acumulando un saber que luego por necesidad, iría transmitiendo de una generación a otra con el único propósito de ir dándole sentido a sus acciones y a través de las cuales el mundo real se explicaba para bien de sus intereses y el de su colectividad. La sabiduría entonces, estaba ligada a la edad, a ese cúmulo de habilidades aprendidas en el diario transcurrir y en esa capacidad del hombre de comunicarse con las fuerzas suprasensibles que están presentes en el universo. No había prisa para el aprendizaje porque éste se daba en la medida en que las motivaciones interiores empezaban a gestar un deseo natural y casi que biológico por descubrir aquello que hacía parte de su constitución humana, de su cultura y de su espiritualidad. Aparece el sabio o mama, a través del cual la comunidad se reunía a su alrededor para escuchar su palabra, verbo y carne de un espíritu lleno de ideas que saltaban de su boca como una verdad repujada por el equilibrio emocional y el análisis racional de todo aquello que asimilaban sus sentidos y que se convertían en el producto de una percepción armónica que alcanzaba los bordes de lo divino. No había un espacio determinado para este ejercicio pues se consideraba que cuando el aprendiz acudía a la consulta del adulto, era porque su memoria estaba cargada de infinitos interrogantes y desatenderlo constituía un gravísimo error por no decir que un crimen. El tiempo tampoco era tenido en cuenta, podrían ser minutos, horas, días o meses eso era lo de menos, lo que importaba era que la sed acumulada en las vísceras de la persona, fuera saciada y empezara un nuevo ejercicio de albergar en su conciencia, otras miradas de la realidad y otros modos de recrear el mundo para el disfrute y deleite de sus emociones.

Es decir, la escuela como espacio físico no existía pues toda la naturaleza era ese libro gigante en donde cada uno iba auscultando el conocimiento y apropiándose de él en la medida en que sus órganos sensoriales iban aguzándose cada vez más en un proceso ascendente hasta alcanzar la dimensión de la trascendencia, que exigía una mente más sensible para comprender la simbiosis existente entre cada uno de los seres que habitan la tierra. Sin embargo, con la aparición del capitalismo como modelo económico y como paradigma de supervivencia de las sociedades, comienza a agudizarse el miedo, fenómeno que hasta ese momento había existido en cada persona como elemento natural de reconocimiento de los límites del conocimiento. Pero de igual forma, el capitalismo acrecentó el poder como mecanismo de dominación de una comunidad sobre la otra lo que significó que el miedo natural se convirtiera en temor colectivo cuyos efectos empezarían a causar estragos pues éste utilizó a la ciencia como la estrategia más efectiva para satisfacer sus intereses particulares. Este miedo llevó, sin duda alguna, a la creación de la escuela como lugar de concentración en donde se validaban los saberes universales bajo esquemas dogmáticos que sólo respondían a unos modelos de pensamientos de corte utilitarista. De esta manera, las personas son encarceladas en espacios físicos, alejados de los problemas del contexto y sometidos a posiciones cuadriculadas para aprender aquello que el modelo imperante necesita que el individuo asimile para responder a sus demandas. Se pierde la libertad y la singularidad para dar cabida a la homogenización que conlleva a la escasa valoración del ser y al desconocimiento de sus características particulares.

Empieza la educación vertical, deshumanizada y atemporal en donde se desconoce la cultura, las creencias, las emociones, la creatividad, la imaginación, los miedos, las incertidumbres, lo que va desencadenando la construcción de una sociedad acrítica, desconocedora de su misma historia y alejada de la comprensión de los fenómenos que la sustentan. Una sociedad creada para el servilismo y no para la generación de un pensamiento autónomo que haga conciencia de los comportamientos y actitudes de los individuos para avanzar a niveles de mayor compromiso social.

No se puede desconocer que paralelamente a este proceso de educación en serie también han surgido propuestas aisladas mucho más humanizantes, sólo que se han dado de manera fragmentada, lo que no ha posibilitado una reflexión sólida que genere mayor impacto en la sociedad. Asimismo, la falta de unas acciones concretas ha debilitado el proceso y como consecuencia, los resultados son muy pobres al punto que no alcanzan a incidir en las estructuras y en las políticas trazadas desde una mentalidad contaminada por el modelo económico.

La aparición en el contexto de muchas teorías, algunas de corte humanista, otras privilegiando el desarrollo del pensamiento, pero todas ellas, incoherentes con una práctica, es lo que ha originado en la escuela una especie de borrachera al punto de entrar en un estado caótico donde cada uno de sus miembros parecen pedazos de historia navegando en el mar de la levedad y detenidos en un fragmento de tiempo que amenazan con mantener a la sociedad en un estatismo sombrío y abandonada a la suerte prometéica.

Si se hace el recorrido un poco minucioso por alguna escuela en particular, no será extraño encontrar en el lenguaje de sus docentes, directivos, estudiantes y hasta padres de familia, conceptos como el constructivismo, aprendizaje autónomo, aprendizaje colaborativo, desarrollo de competencias, pedagogía conceptual, pedagogía cognitiva, modelo social cognitivo, modelo crítico social, pedagogía activa y tantos otros términos que, a lo sumo, no dejan de ser simples palabras adecuadas al vocabulario de las personas pero carentes de profundidad por obedecer a snobismos que se van acuñando sin hacer la respectiva reflexión de las verdaderas implicaciones pedagógicas que ellas demandan en las acciones de la comunidad educativa ni mucho menos se hace el esfuerzo por llevarlas a la práctica para decidir, conscientemente, si en verdad se amoldan a las necesidades de los individuos o las exigencias del contexto. Muchas de las escuelas que existen hoy en el país han asumido en su proyecto educativo institucional, supuestamente el modelo pedagógico que está a la vanguardia creyendo que sólo es suficiente la aprehensión de un discurso pero que en la realidad se siguen ejecutando las mismas acciones que han venido desarrollando bajo el modelo tradicional lo que se convierte en una máscara para su ejercicio profesional y un engaño a la comunidad.

Esta situación que en apariencia no reviste ninguna problemática se ve nítidamente reflejada en la formación de los estudiantes quienes duran 10 y hasta 12 años en la escuela para salir de ella sin ninguna claridad conceptual y lo que es peor, sin iniciativas para decidir en el nivel superior, realmente qué es lo que quieren ser, en una sociedad saturada de información y manipulada por los medios de comunicación lo que hace que se conviertan en presa fácil del consumismo aberrante hasta reducirlos a simples marionetas carentes de personalidad. Y no sólo eso sino que ni siquiera el individuo sale potenciado en sus valores como persona para convivir armónicamente en su contexto porque la incoherencia vivida en la escuela lo ha llevado a reproducir los mismos esquemas de comportamientos que ve en su hogar o el proceso lo ha llevado a reforzar aún más aquellos antivalores que han estado presentes en su vida. Esto es fácil corroborarlo con sólo mirar la cifra de robos, fraudes, surgimiento de pandillas, mentiras, consumo de drogas alucinógenas, violaciones, expresiones soeces y las actitudes violentas que cada vez son más frecuentes en las aulas escolares, sin que nadie se levante para decidir qué hacer con una escuela que sigue por inercia transitando los hilos invisibles de un laberinto circular.

Miles de jóvenes salen anualmente de las aulas escolares sin tener la menor idea para qué fueron preparados. Sin metas, sin un proyecto de vida definido, llenos de incertidumbres y desesperanzas ante un medio tan adverso que no les ofrece otras oportunidades distintas al de deambular en las esquinas y esperar con paciencia que el amigo les ofrezca una cerveza, un cigarrillo o un poco de droga para calmar la agonía que cada vez se hace más grande en su memoria. Algunos que por esfuerzo de voluntad y con la iniciativa de ayudar a sus familias, pueden elegir entre dos opciones: incursionar en la policía o irse para algún grupo al margen de la ley, momento que es aprovechado por ambas instituciones para someterlos a sus principios barbáricos de guerra y destrucción del otro, so pretexto de estar actuando en defensa de sus ideales

El padre de familia también se siente frustrado al ver que el futuro de su hijo no representa una esperanza para salir de la crisis en la cual han estado inmersos, sino que por el contrario, su angustia alcanza niveles de desesperación al mirar impávidos, como esa persona cada vez más se ve envuelto en situaciones conflictivas que degradan su condición de ciudadano de bien.

El estado por su parte, también aporta su cuota de licor en esta borrachera de la cual se conoce su principio, pero que no se sabe hasta cuando será el momento en que aparezca el sol en el horizonte y obligue a los beodos a suspender la música y abandonar la botella. La carencia de una política educativa clara y definida, la aparición de modelos importados para enseñar, administrar, evaluar y definir las acciones de la escuela; las "innovaciones" salidas de los pupitres sin ninguna reflexión y traídas de los cabellos por cada político de turno y la indecisión de, si se educa para corresponder a las políticas económicas de los países dominantes o se construyen ciudadanos de pensamiento para que actúen en un mundo globalizado, son elementos incongruentes que no posibilitan una transparencia en los tableros de las escuelas y se lleve a los individuos a la construcción de verdaderos líderes aportantes de desarrollo para la sociedad.

Por estas razones, convencidos de que en la medida en que se haga conciencia de la problemática que tiene enredada a la escuela, se podrán buscar las alternativas de solución para salir de esta horrible noche que aún no cesa. Estamos seguros de que los surcos de dolores seguirán ampliándose en cada rincón de la patria, si no tenemos el valor civil de alzar nuestras voces de protesta para reclamar una acción decidida del estado, en su tarea de consolidar una escuela abierta y libertaria, una escuela en la vida y para la vida, una escuela en la que sea posible cantar la gloria inmarcesible, producto de la germinación de una contingencia de seres dispuestos a entregar sus energías en bien de una colectividad. De lo contrario, seremos seres llamados a presenciar con la mirada del asombro, el aniquilamiento de una humanidad que bien pudo ser la poesía derramada por los labios del arco iris y a recoger los escombros de una naturaleza desintegrada en todas sus formas, por la acción demencial de los humanos que un día se les confirió el calificativo de seres racionales.


**Licenciado en Español y Literatura
Magister en Educación.
Docente Universitario.

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