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lunes, abril 18, 2011

EL CACIQUE ROJO

El pasado 9 de abril se cumplieron 63 años de la muerte del caudillo liberal Jorge Eliecer Gaitán y sobre su muerte se han tejido cualquier cantidad de versiones que no hacen sino confirmar cada vez más que en Colombia a los grandes héroes no sólo los asesinan físicamente sino que distorsionan su legado político para acabar también con la razón de su existencia. Esta práctica forma parte de la autoría intelectual del crimen y determina que el genocidio no termina con la eliminación física de sus víctimas, sino que se prolonga con el aniquilamiento de la memoria de las luchas populares. Unos 18 años después de este acaecimiento nacía en un pueblito cordobés este humilde servidor y creo que fueron necesarios unos 10 o 12 años más para empezar a tener contacto real con lo político y tener alguna posibilidad de entender este fenómeno social. Pero aún recuerdo que me causaba muchos interrogantes el hecho que un amigo de mi padre (qpd) nunca vistiera de rojo y que todo lo que tenía que ver con este color le desagradaba de tal forma que lo tomaba como una ofensa, y también recuerdo de otro que prefería pasar los alambres de los potreros para desechar una bandera azul que estaba en una vivienda del camino real, con el entendido que pasar debajo de una bandera azul era igual a morir. Finalmente recuerdo a otro que tenía una gran finca y dentro de ella varios campamentos pertenecientes a la misma y que se destinaban para que los habitaran los trabajadores, los cuales dependiendo de si eran compartidarios con el patrón comían bien, de lo contrario les tocaba aguantar necesidades. Mi padre en su escasa formación académica estuvo empeñado en explicarme lo de la violencia, la popola, la chusma y otras cosas que no recuerdo bien, pero que me daban más luces para comprender de qué se trataba todo esto, mi idea inicial era que unos defendían el color rojo y los otros el azul y que eso era suficiente para darlo todo en la arena política. No mucho después pude comprender que detrás de estos colores subyacían otras cosas más complejas y que había un combustible que hacía mover esta maquinaria hacia un lado y otro, y que muchos estaban dispuestos a dar hasta la vida por la causa defendida, claro… no podía haber algo más preciado que el dinero y el poder, de esta forma me quedaba claro que este propósito no podía ser truncado por nada y que todo lo que se hiciera a su favor era válido. 63 años después y con una visión un poco más amplia, haciendo parte del gremio de los educadores y ubicado en el departamento de Córdoba, empiezo a ver la repetición de la historia, pero con los ajustes propios de la época en cuanto a la forma como ahora se les llama a las cosas de antaño. Cuando escucho hablar de paramilitares y de bandas criminales, creo que se refieren a lo que mi padre llamó chusma o popola, cuando me dicen que en Córdoba han asesinado a varios dirigentes políticos y defensores de causas sociales y que un gran jefe político fue condenado por para política, creo que ese es el mismo que desechaba las banderas azules y era capaz de hacer cualquier cosa para evitar ser sacado de su pensamiento y de su posición privilegiada. Cuando escucho hablar de un presunto mesías que gobernó el país durante 8 largos años cual tiempo de plagas bíblicas, recuerdo a aquel amigo de mi padre que sentía aversión por todo lo que era de color rojo y cuya única meta era acabar todo lo que tuviera alguna relación con el rojo, sin importar que para ello fuera necesario transgredir las barreras de lo ético moral. Y finalmente cuando escucho a los candidatos rojos que se preparan para la próxima contienda electoral, quejarse de la falta de apoyo de su legislador, recuerdo al tipo de la finca, con la diferencia de que ahora se le niega la comida a los compartidarios y se trata a toda costa de no establecer líneas divisorias tan marcadas entre un grupo y otro por que al final todos son importantes en la administración de la gran finca. Por ello no es raro ni está salido de tono que el cacique rojo quiera tener a todos sus trabajadores embolatados sin demostrarle más cariño a uno que al otro, porque lógicamente, si lo hace, se crean celos y esto es casi siempre causal de división interna, vale preguntarnos entonces, hasta cuando los propósitos de la gran finca van a ir en detrimento de los campamentos, siendo que todos estos campamentos le aportan a la gran finca. Sería bueno que en un asomo de gallardía, el gran jefe deje a sus campamentos en libertad, para que cada uno de los trabajadores que los lideran traten de buscar la mejor forma de solucionar sus problemáticas propias y dejemos de una vez por todas de ser los convidados de piedra, que solo se nos tiene en cuanta cuando nos necesitan para obtener sus logros.. y los nuestros ¿Dónde quedan?... Esp. Rafael Iván Martínez

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